El inglés se ha establecido firmemente como la lingua franca de los negocios a nivel mundial. Pero, ¿qué sucede cuando las transacciones cruzan fronteras y entramos en el intrincado universo de contratos, acuerdos y regulaciones internacionales? Es aquí donde el inglés legal se convierte en una herramienta indispensable. No hablamos simplemente de usar términos jurídicos en inglés; es un lenguaje técnico, con una precisión implacable y con implicaciones que pueden definirse en cifras de siete u ocho dígitos.

¿Qué es el inglés legal?

El inglés legal es un dialecto especializado del inglés, intrínsecamente ligado al ámbito jurídico. Su distintivo reside en una terminología específica, una estructura sintáctica compleja y una obsesión por la precisión y la ausencia total de ambigüedad. A diferencia del inglés que usamos en el día a día, cada palabra en un documento legal lleva un peso y un significado exactos que pueden alterar drásticamente la dirección de una cláusula o el propósito de un contrato.

Piensa en expresiones como “whereas” (considerando), “hereinafter” (en lo sucesivo), “notwithstanding” (no obstante) o “force majeure” (fuerza mayor). No son solo palabras; son conceptos legales con interpretaciones bien definidas y reconocidas en la jurisprudencia internacional.

¿Quiénes necesitan el inglés legal (además de los abogados)?

Si bien es evidente que abogados, traductores jurídicos y juristas que operan en el ámbito internacional necesitan dominar el inglés legal, la lista de profesionales que se benefician es mucho más extensa y abarca roles clave en el mundo empresarial:

  • Empresarios y dueños de negocios: Si tu empresa tiene tratos con clientes, proveedores o inversores extranjeros, te encontrarás con contratos, licencias y acuerdos redactados en inglés.
  • Altos cargos y directivos (CEOs, CFOs, COOs): Son quienes estampan su firma en acuerdos estratégicos y asumen la responsabilidad de las decisiones que de ellos se derivan.
  • Gerentes de compras y ventas internacionales: Negocian directamente los términos y condiciones que posteriormente se plasman en documentos legales.
  • Profesionales de comercio exterior: Manejan una vasta documentación aduanera, Incoterms y acuerdos comerciales internacionales que exigen precisión.
  • Consultores internacionales: Asesoran a empresas en procesos de expansión global y deben comprender a fondo las implicaciones legales de cada paso.
  • Analistas financieros y contables: Interpretan informes, acuerdos de financiación y regulaciones bursátiles internacionales que contienen terminología legal.
  • Profesionales de recursos humanos: Si tu empresa contrata talento o colaboradores en el extranjero, lidiarán con contratos laborales y políticas en inglés.

En esencia, cualquier profesional que participe en transacciones o comunicaciones con entidades extranjeras encontrará un valor inmenso en el conocimiento del inglés legal.

¿Por qué equivocarte en terminología legal puede costarte muy caro?

Aquí es donde la relevancia del inglés legal se manifiesta con mayor fuerza. Un error en la terminología legal no es un simple descuido; puede tener consecuencias financieras y legales catastróficas.

Imagina un contrato de distribución internacional. Si confundes “exclusive” (exclusivo) con “sole” (único) al describir los derechos de un distribuidor, podrías estar otorgando prerrogativas que no tenías intención de conceder. Esto podría desembocar en litigios, una merma significativa de ingresos o incluso la anulación completa del contrato.

Otro caso ilustrativo: en una cláusula de indemnización, si se usa “hold harmless” (eximir de responsabilidad) en lugar de “indemnify” (indemnizar), las obligaciones de cada parte en caso de un daño o pérdida pueden ser radicalmente distintas. Un error así podría implicar la pérdida de millones de euros en una reclamación.

Los documentos legales están diseñados para ser infalibles y no dar pie a interpretaciones erróneas. Una palabra mal elegida, una coma fuera de lugar o una frase ambigua tienen el potencial de:

  • Invalidar cláusulas o contratos enteros.
  • Generar litigios onerosos y prolongados.
  • Ocasionar pérdidas financieras millonarias.
  • Dañar irreversiblemente la reputación de tu empresa.
  • Poner en riesgo tus activos más valiosos o tu propiedad intelectual.

En un panorama empresarial cada vez más interconectado, donde los acuerdos transfronterizos son la norma, ignorar el inglés legal es asumir un riesgo totalmente innecesario. Invertir en el dominio de este idioma especializado es, sin duda, invertir en la seguridad, el crecimiento y la sostenibilidad de tu negocio.

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